Cuatro de la mañana

Cuatro de la mañana.
Y caigo en que es otra noche en la que la felicidad me excluyó.

Esperar que me consuelen es perder el tiempo.
Si yo apenas muestro lo desolado que estoy...

Sobrevivo de mala gana y con poca voluntad.
Aunque digan que allá adelante todo está mejor.
De qué sirve que la felicidad esté adelante si acá en el fondo no hay puertas.

Converso con mi depresión,
mientras unos gatos gozan en el jardín.
Salgo y los ahuyento.
Eso y mi licor es lo único que me queda a esta hora.

Los sueños se arruinaron y la realidad me aplastó.
Y encima sé que al despertarme,
la tristeza estará impregnada como mi Carolina Herrera.
Mientras ahora me desvelo con tristezas de perfumes baratos.

La tristeza del "rebelde" como me llaman por ahí.
Todos hablan de mis actitudes díscolas.
Sólo yo escucho el ruido de mis lágrimas.
Y es que van cayendo algunas para vaciar las lagunas que tengo en mis ojos.

La realidad dejó de ser graciosa.
Yo dejé de ser gracioso.
Y no hay nadie en las plateas.
Mis risas llenas de gente y mis lágrimas haciendo eco en la noche.

No soy particular, eso lo sé.
Mis mierdas apestan tanto como las de ustedes.
De esto hay para todos.
Acá no hay divismo angustiante.

Sigo escribiendo.
Quizás te importe, quizás te atraiga,
quizás te identifique, quizás sólo sea tu morbo,
quizás te sea indiferente y te importe un carajo.
Quizás empatizes o me contradigas.

No me importa.

Todo hombre necesita que escuchen a su alma.
Yo prefiero que la lean, sólo un poco, claro...
Escribir sobre mi angustia me ahorra muchos Alplax.